Lo que tú digas es un reconocido podcast de los llamados conversacionales, de amenas charlas entre amigos con gente muy interesante. Su presentador: Alex Fidalgo.
Alex es un gallego simpatiquísimo, un gran comunicador, una persona inteligente, afable, buen conversador, a veces un tanto inseguro y sobre todo de una honestidad y sencillez arrolladoras.
Charlamos durante más de hora y media de un montón de cosas, de su biografía, de su podcast, de sus amigos Fran Izuzquiza y Molo Cebrián, de algunos de sus ilustres invitados… una gran variedad de temas de las que ahora te haré un amplio extracto.
Te aconsejo que le des al PLAY o, si lo prefieres, descarga el podcast en tu ordenador o teléfono móvil. Y no olvides suscribirte a la newsletter.
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El titular que mejor define a día de hoy en el ámbito profesional es que soy un periodista que se niega a bajar los brazos, que se niega a rendirse. He tenido todas las facilidades del mundo para tirar la toalla y no lo he hecho.
Un día me dije a mi mismo: Mira, esta es tu última bala y a ver que sale. Si sale bien, tira, es que tienes algo que vales para esto de la comunicación, si esto no funciona, retírate y dedícate a otra cosa.
Esa última bala, por supuesto, fue «Lo que tú digas», una aventura personal que creo que ha salido bien, dependiendo de lo que cada uno entienda por éxito, que no deja de ser una cosa totalmente subjetiva.
Según lo que yo considero éxito, si que lo he tenido con «Lo que tu digas», porque me he sentido muy valorado por oyentes y compañeros.
Porque la crítica y los oyentes valoran lo que hago y empatizan conmigo.
Tengo oyentes ilustres como Juan Carlos Ortega. Cuando contacté con él para que protagonizara un episodio y me dijo que era oyente del programa cuando sólo llevaba cinco programas, aquello me hizo una ilusión que no me voy a olvidar nunca.
Todo esto me hace pensar… Cuidado que lo que estás haciendo lo estás haciendo más o menos bien o por lo menos está sirviendo de algo y está suponiendo un paso adelante en tu carrera, aunque no me llene los bolsillos por desgracia.
Soy una persona tremendamente sensible. Creo que soy creativo, estoy siempre pensando en cosas nuevas para poder crear, ya sea para el podcast o para mi trabajo en la redacción de un programa de televisión aquí en Galicia.
Soy una persona muy leal. Soy una persona muy desconfiada, pero cuando una persona se gana mi confianza, cuando de verdad me siento cómodo con una persona y confío en ella soy leal a muerte. Y esto ya parece un vídeo de presentación de «First Dates» (risas)
Soy constante, más tozudo de lo que me creía y muy peleón. Siempre he admirado a la gente constante, porque yo no lo soy. Soy la típica persona que ha tenido tres o cuatro blogs a lo largo de su vida.
Mi constancia con «Lo que tú digas» viene gracias a mi pasión y por supuesto a la respuesta de la gente, porque desde el primer momento hubo respuesta por parte de la audiencia. Cosa que no pasaba con los blogs.
Mi pasión por el medio viene de lejos. La primera vez que yo me siento en un estudio de radio y hago una entrevista yo tenía doce años. Fue en la radio municipal de mi pueblo. Es una cosa que no tiene una explicación clara de por qué.
Yo soy de Corcubión, un pueblo marinero de Galicia de unos mil quinientos habitantes en el que tampoco hay mucho que ver, acaso que no te vayas a la ciudad más cercana que es Coruña y está a más de una hora. Pues un día con el colegio nos llevaron de excursión a la emisora y yo me quedé totalmente prendado.
Fue un enamoramiento muy infantil. Cuando tenía un rato libre me iba para la emisora y me pasaba horas allí. Si me dejaban decir unas palabritas, pues las decía. Esa cursilada de «la radio me encontró a mi», pues no te lo sabría decir de otra manera, es que tengo esa sensación.
Gracias al Master en Radio por la Universidad Rey Juan Carlos entré en prácticas en Onda Cero.
Empecé en un programa que aún se sigue emitiendo que se llama «La Mirilla», estuve también en «De cero al infinito» y en «Madrid en la Onda» el matinal local de Madrid. Más tarde en «La Parroquia» con El Monaguillo, en «No son horas».
Todo esto me llevó a acabar en «La Rosa de los Vientos» que fue lo que me facilitó llegar a José Miguel Mulet que fue el primer invitado de «Lo que tú digas». Al final todo está relacionado, es como el efecto mariposa, cualquier cosa que hayas hecho en tu vida determina el futuro.
Tras haber pasado por «La Parroquia» llevo un poquito de Arturo González Campos y de El Monaguillo en todo lo que hago.
Es muy difícil no empaparte de su forma tan especial de hacer humor. Me gustaría empaparme de la rapidez que tienen. Se pueden llegar a pasar media hora vacilando al oyente por su nombre.
De la nada pueden estar haciendo humor durante sabe dios cuanto tiempo. Aprendí un montón trabajando con ellos.
Es como estar en uno de los mejores equipos de fútbol del mundo. Todo el mundo lo conocé, aunque no la haya escuchado le suena. Simplemente por eso me hacía una ilusión tremenda estar ahí.
Además de que, como persona curiosa, el programa me encanta. Me interesan mucho todos los temas que tratan. Es muy difícil que no escuches un programa y no sepas algo más de lo que sabías. En la televisión pasa que ves un programa y acabas sabiendo menos.
Allí colaboraba también Elena Merino, que es maravillosa y con la que tuve el gusto de presentar la gala de premios en las JPOD18 Jornadas de Podcasting de Madrid.
No es el medio en el que más a gusto me siento, es verdad. Creo que es porque no he tenido buenas experiencias. Si hubiese tenido un programa que hubiese funcionado de maravilla o encadenase un proyecto tras otro, a lo mejor mi percepción sería diferente.
Lo primero que hice fue presentar para la televisión gallega un docu-reality como el que hace Bertín Osborne con «En tu casa o en la mía» pero en movimiento. Me iba a pasar dos días con algún famoso gallego y le acompañaba en el que se supone que era su día a día, en el gimnasio, yendo a la compra, saliendo de cañas con los amigos…
Fue un programa que me gustaba mucho y me gustó hacer, pero fue muy duro porque yo me encargaba del guión, yo presentaba, producía algunas cosas, casi todo lo tenía que hacer yo. Era mi primer trabajo en televisión y me sentía totalmente superado.
Si a eso le sumas que en principio estaba pensado para emitirse en primetime y se acabó emitiendo a las doce y pico o la una de la madrugada… me quedó un sabor agridulce.
Después estuve en el programa «Land Rober», un programa tipo «El Hormiguero».
En ese equipo nunca termine de encajar, nunca acabé de encontrar mi sitio y sentir que aportaba algo y que me aportaba algo a mí. Estuve una temporada y también me fui con un sabor agridulce. Bueno, más agrio que dulce.
Y después presenté un programa que se llamaba «Galicia is different» y por problemas con la productora me volví a marchar, otra vez con sabor agridulce. Es una pena ya que me gustaba mucho hacerlo.
Cuando digo que la tele no me convence es porque me parece un poco menos sincera y honesta que la radio. La televisión cuando la haces, te maquillan. Y tu trabajo también va a depender de que el realizador pinche bien los planos en cada momento y entre, las músicas, lo mismo…
Es decir, que tienen que encajar demasiadas cosas y que las cosas vayan bien, no depende única y exclusivamente de ti. ¿Eso a qué te puede llevar? A que si las cosas no funcionan, tengas margen para buscar culpables y eso a mi no me gusta.
Si «Lo que tú digas» no va bien es mi culpa. Yo tengo la certeza total y absoluta de que no hay a quién culpar. Sólo yo. Eso a mi, por contradictorio que parezca, me da tranquilidad. Saber que es mi culpa y que si lo quiero mejorar no tengo que lidiar con nadie que no sea yo mismo.
Conversaciones muy auténticas, muy honestas, sin editar, sin cortar, sin ningún tipo de instrucción por mi parte al invitado, sin guión… son conversaciones como las que mantienes tu por la tarde en la cafetería con un amigo, sólo que ese amigo puede ser el doctor Pedro Cavadas, el narcotraficante Laureano Oubiña, Santiago Segura, Javier Cansado, Santiago Camacho, Juan Carlos Ortega, Rodrigo Cortés…
Son conversaciones muy honestas, muy llanas, en las que nadie pretende quedar mejor que nadie, sólo somos amigos charlando.
La selección de invitados es muy interesante. Me siento muy orgulloso de todos los que han pasado por el programa. Me parece muy difícil que no haya algo en cada uno de los episodios que te llame la atención cuando los escuchas, que te abra la mente y te despierte la curiosidad.
Creo que la curiosidad es una de las pocas cosas que, prácticamente siempre, es sana.
Lo primero suele ser un tema que me llama la atención. Entonces investigo sobre el tema y busco a gente que tenga algo que decir de ello.
Otras veces es porque quiero entrevistar a una persona concreta. Otras veces me pasan cosas como la que me pasó con Luís Tosar. Yo tengo un gran pudor, casi fobia, a hablar por teléfono. No sé de dónde me proviene, me gustaría que resucitase Freud para hablar con él y que me explicara a qué se debe esto.
Pues bien, pensé: tengo el móvil de Luís Tosar, ¿qué es menos invasivo? Y al final opté por enviarle una nota de voz.
Después hablé con gente y me dijo «¡Mandarle una nota de voz para invitar a alguien a tu podcast es la cosa menos profesional del mundo!» Es cierto. Ahora lo pienso bien y no debería haberlo hecho. Además, ¡a Luís Tosar! Que me lo imagino escuchando la nota y diciendo: «¡Qué cojones!»
Evidentemente, no supe nada de él. Fue como tirar una carta en una botella al mar.
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Fue una entrevista fria, distante. De hecho, el inicio de la conversación lo marca esa pregunta que yo le hago… «¿De tú o de usted? Y él me dice: «De usted, que es más aséptico»
A mi me cayó bien, pero entiendo que la gente cuando la escucha sienta cierta incomodidad. Yo le escribí para darle las gracias por la entrevista y él me contestó tiempo después diciendo que se había sentido muy cómodo y que eso no era normal y me daba la enhorabuena.
Dudé de si publicar ese episodio ya que no se correspondía mucho al espíritu del programa de charla entre amigos, que era más una entrevista convencional y no tanto de la filosofía de «Lo que tú digas». Pero, tanto mi hermana como mi madre me animaron a hacerlo y al final lo subí.
Cual fue mi sorpresa cuando es el episodio que mejores críticas he recibido por mi trabajo. De hecho, cuando hablo del podcast, es uno de los primeros episodios que recomiendo.
El doctor Pedro Cavadas te puede gustar más o menos para tomarte unas cañas, pero si tienes que operarte va a ser el caballo ganador.
Yo quiero aprender. Tengo curiosidad sincera. Si entrevisto a Laureano Oubiña no lo voy a entrevistar para dejar claro lo mucho que estoy en contra del tráfico de drogas o que ese señor es un criminal, porque yo no tomo por tonto al oyente y el oyente sabe perfectamente que aunque yo me siente con Laureano Oubiña no lo estoy legitimando.
Porque el oyente ya me conoce y sabe que estoy en contra del crimen y del tráfico de drogas y entiendo que si ese señor estuvo en la cárcel, es porque tenía que estar en la cárcel.
Sólo quiero tener una charla agradable, aprender y no pretendo juzgar. Soy una persona normal hablando con otra persona normal. Porque, por muy famosos que sean, por mucho éxito que tengan, al final no dejan de ser personas como tu y como yo.
Con Santiago Segura lo que pasó es que, poco después de que dijese que no quería hablar de su vida personal y privada, yo cometo la torpeza de preguntarle si es padre, y me dice: «¿pero no te he dicho que no hablo de mi vida privada?»
Si tu me conoces, ya sabes que yo le voy a preguntar por la paternidad, por el tema en general, porque yo no soy padre y hablo de los temas que me preocupan o me llaman la atención, como hablo recurrentemente de temas como la fe y la religión, la muerte o la vejez, que son temas en los que pienso mucho.
Yo no quería enterarme de la vida de sus hijas, sólo saber lo que para él significaba la paternidad.
Pero entiendo que él, una persona curtida en los medios y que no me conoce de nada, ni conozca e nada lo que hago, se revuelva cuando cree que a lo mejor le estoy buscando las cosquillas. Pero vamos, no tiene ninguna importancia. Tan sólo fue una anécdota.
Sanchez Dragó me recibió en su casa con una amiga mucho más joven que él, una veinteañera. En la introducción del podcast ya apunté que yo creo que lo hizo para apuntalar la leyenda de conquistador, de playboy y de que con ochenta y pico años está vigoroso como un roble.
Yo llego a su casa, me dice que me siente y que si no me importa que esperemos un momento para grabar la entrevista porque va a venir a vernos una amiga que quiere estar presente a lo largo de la charla.
Toda la charla que mantuvimos fue con Fernando Sánchez Dragó cogido de la mano de esta chica. A mi no me pareció una performance. Él me dijo que la chica le había dicho que quería estar presente y yo creo que era al revés, el que quería que la chica estuviese presente fue él.
Estuve mucho tiempo detrás de él. Tiempo bien empleado, que él se merece. Para una persona curiosa, es un placer sentarse a hablar con alguien que sabe tanto como Rodrigo Cortés, y que además se le puede atribuir la genialidad pero que es una persona corriente, con una cabeza privilegiada y con un sentido del humor exquisito.
Tenía miedo que Rodrigo me dejara fuera de juego con alguna de sus respuestas vitriólicas, como le he visto hacer con grandes presentadores de televisión.
Esa charla fue estupenda, tocamos tropecientos temas y tengo la certeza que él estuvo súper cómodo porque en dos veces habíamos dado por terminada la entrevista y yo tengo que volver a sacar la grabadora porque él me dice que no habíamos hablado de no se qué.
Hubo muy buen rollo, yo creo que conectamos, que hubo química. Cuando me pasa lo contrario a mi no me gusta para nada.
A este hombre le dijeron de niño que es superdotado. Yo no lo pongo en duda para nada ya que, además de ser un humorista conocido, también dibuja, también escribe y todo lo hace estupendamente, roza la excelencia en todo lo que emprende.
Para mí fue una pasada hablar con él porque yo me he criado con él, para mí era alguien familiar ya que salía a menudo en la tele. Para mí sentarme a hablar con alguien que mis padres y yo habíamos visto en la televisión cuando tenía yo siete u ocho años, es muy especial es una sensación tremenda.
En gran parte de las cosas que ha conseguido Moncho a lo largo de su vida está la sombra de su padre. En cómo lo había instruido y moldeado.
Moncho me dijo una frase que me parece magistral.. «Prefiero café con amigos que champán con gilipollas».
Es una conversación conmovedora. Tiene un lado positivo, tiene una enseñanza y un mensaje positivo, pero también tiene una parte más negativa, más negra, que es que el karma parece que no existe cuando conoces a gente tan maravillosa como este señor y sabes que se está despidiendo.
Y la parte positiva es la de, «oye yo he vivido muy bien, vamos a aprovechar los días que tenemos. Sabes cuánto va a durar este viaje pues vamos a disfrutar del camino».
Me gustaría pensar que en su misma situación yo sería capaz de reaccionar como él. Pero sinceramente no lo creo.
Hay un momento en el que le digo que mi objetivo al sentarme a hablar con él es descubrir cómo se crió, qué background tiene, cómo conformó la personalidad tan especial que tiene que le permite afrontar la peor de las noticias, que un médico te diga «estás enfermo y te quedan meses de vida»
Para que una persona afronte esto con la entereza que él la afronta tienes que estar hecho de una pasta especial.
Soy terriblemente sensible y eso es difícil de gestionar. Creo que se percibe, en el momento en el que me despido de Carlos y voy a apagar la grabadora, yo rompo a llorar.
Siento mucho pudor porque estoy llorando delante de él, pero le digo que es un llanto de admiración, por haberlo conocido y ver como afronta su situación. Por un lado es genuina admiración, pero por otro es lástima, es pena.
Me alegro de haberle podido conocer y haber podido hablar con él de esta manera tan íntima.
Si quieres escuchar otra entrevista que le hice a Álex para Podcasting para Principiantes te dejo con Consejos de podcasting con Álex Fidalgo. ¡Dale al Play!
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